Este texto es un armario.
Un armario en triangulación con la obra de dos artistas: Sinead Spelman y Josu Bilbao; un armario que en su literalidad y por proximidad convierte en elementos de un dormitorio a todo aquel objeto al que se acerca.
Pero este armario es también un objeto transitivo queer. Activa múltiples operaciones semánticas alrededor de silencios varios que son parte de estrategias de enmascaramiento, ocultación y supervivencia que atraviesan los discursos.
Los dibujos de Sinead Spelman operan en el eje divisor del espejo del armario, al otro lado, el ajuar, liberado del contrato reproductivo se tensa, y en su reflejo, registra y hace público lo que acontece en el limbo de la habitación. Los juegos de cama y la ropa interior son el soporte de aquello que secretamos, la mancha sin vergüenza del cuerpo y de los sueños del cuerpo.
La prótesis del ensueño y la prótesis del dibujo facilitan el hacer y el deshacer de todas esas escenas. Le pregunto a Sinead si el filo del papel corta como el espejo, si dibuja sin manos, y si eso, es sangre. No es sangre me dice ¿pero si no es sangre, qué sustancia mercurial secretan esos cuerpos?
Venes, que así se llama esta serie de papeles y telas de Sinead, bien podría aludir a la circulación venérea que hace que los cuerpos se desborden en otros cuerpos, que se hipertrofien y que necesiten el alivio de un corte a veces o de una constricción de la potentia gaudendi que contenga in extremis el desborde. A veces, todo sucede a la vez; el ensamblaje que conforman la totalidad de esas posibilidades configura una máquina deseante, descabezada, a todo vapor.
El armario se desplaza ahora al volumen que se oculta bajo el hueco de la cama. Desde ese espacio negativo reverbera, haciendo vibrar toda la arquitectura de la casa.
Un armario era originariamente un almacén de armas. El taller de Josu Bilbao también es un arsenal de disidencia materialista, una entropía queer del desorden y la acumulación objetual, articulándose en busca de reparación.
El título de la pieza hace referencia a una palabra en euskera que imita el sonido de lo que significa, un tipo de lluvia que cae de manera abundante y armoniosa.
sarà-sarà. Los restos, recuperados del techo del taller que se derrumbó, se articulan sobre unos caballetes conformando un plano horizontal a la altura del bajo vientre.
El bajo vientre y las viejas vigas son un código secreto, una inscripción en suspenso que se expresa en su materialidad múltiple: restos de yeso, clavos como tildes y barniz; cubren la madera ahora desechada pero cuyo origen estuvo en los bosques circundantes a la propia casa. No solo la superficie, también el territorio, construye el lenguaje.
Escribe Eve Kosofsky Sedgwick en la introducción de su “Epistemología del armario” sobre la importancia de reconocer que las personas son diferentes entre si, que no hay lugar a las generalizaciones y que reconocer nuestra singularidad extrema es lo único que nos puede salvar como humanos.
La fuerza retórica del armario es riquísima y la resistencia que pueda ejercer la obra de arte, una invitación a la fricción y a la interpretación.
Francesc Ruiz, febrero de 2022.
Un armario en triangulación con la obra de dos artistas: Sinead Spelman y Josu Bilbao; un armario que en su literalidad y por proximidad convierte en elementos de un dormitorio a todo aquel objeto al que se acerca.
Pero este armario es también un objeto transitivo queer. Activa múltiples operaciones semánticas alrededor de silencios varios que son parte de estrategias de enmascaramiento, ocultación y supervivencia que atraviesan los discursos.
Los dibujos de Sinead Spelman operan en el eje divisor del espejo del armario, al otro lado, el ajuar, liberado del contrato reproductivo se tensa, y en su reflejo, registra y hace público lo que acontece en el limbo de la habitación. Los juegos de cama y la ropa interior son el soporte de aquello que secretamos, la mancha sin vergüenza del cuerpo y de los sueños del cuerpo.
La prótesis del ensueño y la prótesis del dibujo facilitan el hacer y el deshacer de todas esas escenas. Le pregunto a Sinead si el filo del papel corta como el espejo, si dibuja sin manos, y si eso, es sangre. No es sangre me dice ¿pero si no es sangre, qué sustancia mercurial secretan esos cuerpos?
Venes, que así se llama esta serie de papeles y telas de Sinead, bien podría aludir a la circulación venérea que hace que los cuerpos se desborden en otros cuerpos, que se hipertrofien y que necesiten el alivio de un corte a veces o de una constricción de la potentia gaudendi que contenga in extremis el desborde. A veces, todo sucede a la vez; el ensamblaje que conforman la totalidad de esas posibilidades configura una máquina deseante, descabezada, a todo vapor.
El armario se desplaza ahora al volumen que se oculta bajo el hueco de la cama. Desde ese espacio negativo reverbera, haciendo vibrar toda la arquitectura de la casa.
Un armario era originariamente un almacén de armas. El taller de Josu Bilbao también es un arsenal de disidencia materialista, una entropía queer del desorden y la acumulación objetual, articulándose en busca de reparación.
El título de la pieza hace referencia a una palabra en euskera que imita el sonido de lo que significa, un tipo de lluvia que cae de manera abundante y armoniosa.
sarà-sarà. Los restos, recuperados del techo del taller que se derrumbó, se articulan sobre unos caballetes conformando un plano horizontal a la altura del bajo vientre.
El bajo vientre y las viejas vigas son un código secreto, una inscripción en suspenso que se expresa en su materialidad múltiple: restos de yeso, clavos como tildes y barniz; cubren la madera ahora desechada pero cuyo origen estuvo en los bosques circundantes a la propia casa. No solo la superficie, también el territorio, construye el lenguaje.
Escribe Eve Kosofsky Sedgwick en la introducción de su “Epistemología del armario” sobre la importancia de reconocer que las personas son diferentes entre si, que no hay lugar a las generalizaciones y que reconocer nuestra singularidad extrema es lo único que nos puede salvar como humanos.
La fuerza retórica del armario es riquísima y la resistencia que pueda ejercer la obra de arte, una invitación a la fricción y a la interpretación.
Francesc Ruiz, febrero de 2022.