Dibujar de noche, sin ideas fijas, dejando atrás la realidad cotidiana para sumergirse en el mundo sin normas de la vigilia, un baño que necesita la desnudez, cualquier vestido que cubra los cuerpos seria un engaño, una ocultación.
Todo es posible en ese estado, el cuerpo puede dividirse en dos, volar, amar varios cuerpos a la vez, cortarse una mano o abrir un cuerpo que elástico como un chicle forma un agujero que es atravesado sin dolor por otras formas o cuerpos. En la noche también aparecen los fantasmas del pasado, presente y futuro, todos juntos bailando y haciendo de las suyas. Aparecer, desaparecer, disfrazarse, tener visiones de ángeles que redimen y consuelan, señales de lucha, redención, sacrificio, humor, fantasía. Un mundo mágico pero no idílico, lleno de signos que pueblan un lugar donde no hay limites. Sin arquitectura, sin espacio definido, lo que acontece sucede en un instante y desaparece, solo sucede una vez. Sinead como taquígrafa de sus propios sueños y deseos. Reacia a mostrar el rostro, solo el cuerpo. No nos vemos la cara sin un espejo, nunca soñamos desde fuera de nosotros, pero Sinead necesita explicar que es ella la que vive esa aventura, por eso su cuerpo es el que se arrastra, el que abraza o sufre las inclemencias de lo que acontece, no quiere que una actriz-modelo suplante su lugar, quiere ser ella misma la protagonista de lo que siente. Ese cuerpo no contempla, es una forma viva preparada para la lucha, para ofrecer amor o abandonarse. Maleable, dúctil, puede cambiar de proporciones, y ser forma que se divide y multiplica o sobredimensionar para destacar un detalle, un dedo, un ojo, el sexo. Dibujar sin estructuras, liberada de lo que hay o no hay que hacer, del pasado, de la religión, de ella mismo y de lo que cree que debe ser o sentir. Una explosión de energía que no es fácil de asumir hasta para los espectadores más preparados, enfant terrible del buen gusto. Si se conoce Irlanda , la tierra natal de Sinéad Spelman y llegas a su idiosincrasia hay una propensión hacia lo salvaje, lo que está sin domar, una irracionalidad presente de manera natural. Los irlandeses no son grandes fans de las estructuras, el caos les atrae frecuentemente y entienden la vida como una novela que está por escribir y todo por suceder. Contradictorios, creyentes, muy creyentes, creyentes desde lo terrenal. En cuanto huelen una especulación, una teoría que no se basa en la experiencia huyen, tienen un sexto sentido para saber cuando algo no tiene raíz. Parece que les estoy llamando brutos, pero nada hay tan delicado como una mano dibujada a tinta por Sinead. El no haber tenido una burguesía culturalmente les hace directos, no se andan por las ramas. Velazquez tachado, no seria santo de su devoción, con todos esos retratos psicológicos y sus decisiones conceptuales, frías y con ese deseo permanente de naturalidad. Sería más un Goya, el urdidor de fantasmas, autor de un imaginario que se mete en la cabeza. Una Miriam Cahn o una Louise Bourgeois aunque nunca ha sido especialmente de su gusto exceptuando algunos dibujos de ultima época, quizás demasiado sofisticada, demasiado Bourgeois.... En Sinead hay una austeridad, algo que viene del campo, del mundo agrario ancestral, sin florituras ni sofisticaciones, visceral, nada de elegancia formal aunque lo aprecie de manera sensible, visceral sin paliativos, un impulso que viene de las vísceras y va a las vísceras. Hay mucho de carne en la obra pero la técnica del dibujo a tinta tan austera, sin color, sin masa, lo separa de otros artistas más carnales como Bacon y le lleva a un resultado que enlaza con el románico catalán, más dibujístico que pictórico, o un Giotto. Cuando veo sus dibujos me imagino peleas de dioses griegos , sus cuitas, sus miedos, sus caprichos, sus decisiones honestas , la vida y la muerte anda suelta por ahí sin ambages ni miedos. No entiende el mundo como lugar de plena felicidad aunque la desee, comprende que las fuerzas del destino son caprichosas, como la que sabe que después de la calma puede venir la tempestad. Podría representar muy bien el fervor de una cruenta batalla o la locura de una primera noche de amor donde los cuerpos no saben por dónde tirar para abrazarse. Sabría dibujar el encuentro de una madre con su hija en el cielo después de muertas, no pasa nada, es posible, de verdad, es posible, ella lo hace. Alberto Peral, 2023 |
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